Hace un tiempo publicamos una serie de entradas sobre los efectos de selección del observador, en las que argumentábamos que es necesario tener en cuenta, al razonar acerca de un sistema, que yo soy un observador “elegido al azar” de entre todos los observadores del sistema.
En la entrada de hoy quiero hablar de casos en los que es necesario tener esto en cuenta, no para estudiar probabilidades, sino para razonar objetivamente - sobre todo cuando las conclusiones que extraigo se refieren a mí mismo. Sé que probablemente esto es “predicar a los convertidos”, pero me parece una continuación tan natural a aquella serie de entradas que no puedo evitar escribirlo. Si te parece una obviedad, no leas el artículo porque te vas a aburrir.
Isaac Asimov trató este asunto en varias ocasiones - mi favorita en el ensayo “¡Toca Plástico!” de su libro “El secreto del Universo y otros ensayos”. Aunque yo voy a exponer el tema con otras palabras y partiendo de los artículos anteriores de El Tamiz, te recomiendo encarecidamente que leas ese ensayo. El “Buen Doctor” aborda el asunto con su habitual claridad y de forma muy amena, como siempre - desde luego, de manera muy superior a la que yo puedo aspirar. La edición que tengo yo es de Temas de Hoy, ISBN 84-7880-674-1. No está en La Casa del Libro, de modo que no puedo poner el enlace.
Este artículo puede resumirse en el siguiente consejo: **cuando razonas y obtienes conclusiones sobre ti mismo, y esas conclusiones te gustan o te hacen sentir bien, ten cuidado. ** ¿A qué me refiero con esto? Voy a poner un par de ejemplos. Si preguntas a una gran mayoría de los habitantes de un país (mi experiencia es en unos pocos, pero sospecho que se cumple en casi todos) si su país es “mejor” de alguna manera que los que los rodean, si su idioma, costumbres, cocina… son mejores que los demás, la inmensa mayoría dirá que sí. Como digo, no he probado en todos, pero estoy casi seguro de que si pregunto a un griego si Grecia es de algún modo superior (o inferior) a Turquía o Albania, o a un alemán cómo se compara su país con Francia o Polonia, me imagino la respuesta mayoritaria (si alguien tiene información de primera mano, por favor, escribe un comentario, puede que esté equivocado).
Desde luego, si contara el número de veces que alguien en España pregunta a Geli (que es canadiense) variaciones de “¿Verdad que la cocina española es la mejor del mundo?” me quedaría sin números. Pero creo que es así para casi cualquier grupo de personas.
Lo mismo que si preguntas a un conductor si se considera por encima o por debajo de la media en habilidad de conducción, o a cualquier persona si se considera por encima o por debajo de la media de coeficiente intelectual. Lo mismo pasa si preguntas a un grupo de hombres si los hombres son “mejores” que las mujeres o si preguntas lo mismo a un grupo de mujeres. Básicamente, si preguntas a la mayor parte de la gente si “su grupo es mejor”, como quiera que se definan “mejor” y “grupo” en el contexto de la pregunta, la respuesta muy probablemente va a ser que sí.
Es difícil librarse de este efecto - sé que a mí me cuesta. Es difícil por nuestra tendencia a sentir que pertenecemos a un grupo (de hecho, a un grupo en casi cualquier posible clasificación), que de alguna manera debemos estar orgullosos de ello y de que los otros grupos “son peores”. Al fin y al cabo, somos tribus de monos. Monos listos, monos habilidosos, pero monos. Y las zonas más primitivas de mi cerebro me dicen “Tu tribu es mejor”.
Pues no - luchemos contra esto._ ¡Angawa, Chita!_ Si soy consciente de cómo mis emociones pueden alterar el razonamiento y, sobre todo, de que lo van a hacer sin que tal vez me dé cuenta, puedo estar alerta ante el efecto.
Cuando te pase algo así, recuerda la selección del observador. Eres un observador de la situación elegido al azar de entre todos los observadores posibles. Mirado así, si eres de los que responde de la manera típica a las preguntas anteriores….¡Qué suerte! ¿Verdad? Perteneces a todos los grupos afortunados: tu comida, tus costumbres, tu raza, tu sexo….¡justo has caído en todos los que son mejores! Y pensarlo te hace sentir bien, ¿a que sí? Pues si te hace sentir bien, piénsalo otra vez. Tanta suerte es probabilísticamente muy rara.
Desde luego, hay veces en las que puedes llegar a una conclusión totalmente correcta que te haga sentir bien - por ejemplo, puede ser que seas más inteligente que la media y encuentres datos que lo demuestren. Lo que quiero decir es que, para estar seguro, debes ser muy cuidadoso cuando la conclusión te produzca satisfacción, porque es un indicio de que puedes haber elegido los datos, o manipulado el razonamiento inconscientemente, para poder “llegar” a esa conclusión.
Dicho de otra manera - ¿llegarían otros observadores elegidos al azar a la misma conclusión que tú? Si eres peruano y te pregunto si los peruanos son “mejores” o no que los ecuatorianos y piensas que sí, ¿pensaría lo mismo un boliviano, o un colombiano, o un francés? Si eres una mujer y piensas que los hombres son menos inteligentes, ¿pensaría lo mismo un hombre, o un extraterrestre? ¿Pensarían los demás conductores que eres mejor que la mayoría?
Sé que la mayor parte de vosotros habéis pensado esto antes, y espero que no sea una entrada demasiado “básica”, pero la percepción que tengo de la sociedad me hace pensar que es necesario seguir hablando de este asunto y ponerlo de manifiesto para, tal vez, poder cambiar las cosas poco a poco.