Por si no conoces Hablando de…, en esta larga serie de artículos recorremos diferentes aspectos de ciencia y tecnología de manera aparentemente aleatoria, haciendo especial énfasis en aspectos históricos y enlazando cada artículo con el siguiente. Tratamos, entre otras cosas, de poner de manifiesto cómo absolutamente todo está conectado de una manera u otra.
Iniciamos esta serie de Hablando de… con el ácido sulfúrico, sintetizado por primera vez por Geber, cuyas ideas inspiraron la búsqueda en la Edad Media de la piedra filosofal por los alquimistas, el más grande de los cuales fue Paracelso, que eligió ese nombre para compararse con Celso, que se pensaba era un médico romano pero realmente era un tratadista que escribió una de las primeras grandes enciclopedias, la mayor de las cuáles es el Siku Quanshu, que contiene tesoros científicos, literarios y filosóficos como los tres textos clásicos del Taoísmo Filosófico, que tenía un concepto de la realidad muy diferente del occidental hasta la llegada de la “realidad cuántica”, puesta en cuestión por algunos físicos, que se enzarzaron en interesantes debates como las discusiones entre Einstein y Bohr, en las que tomaron parte otros genios como John von Neumann, cuyas ideas de máquinas auto-replicantes, junto con el concepto de una inteligencia artificial comparable a la humana de Turing, llevaron a las primeras predicciones de una “singularidad tecnológica”, que podría ser una explicación de la Paradoja de Fermi propuesta por el físico Enrico Fermi, que tuvo una importante participación en el Proyecto Manhattan, iniciado por el gobierno estadounidense como respuesta a una carta de Szilárd y Einstein en la que avisaban de la posibilidad de que los Nazis desarrollaran una bomba atómica, algo que nunca llegó a ocurrir posiblemente gracias a Werner Heisenberg, aunque el bando aliado sí utilizó armas atómicas en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, llevados a cabo por bombarderos B-29 Superfortress. Pero hablando del B-29 Superfortress…
El principal bombardero americano de la Segunda Guerra Mundial fue, sin duda alguna, el legendario B-17 Flying Fortress (Fortaleza Volante), un bombardero cuatrimotor que operó prácticamente en todos los frentes de la guerra desde su inicio hasta su fin. Su sucesor, el B-29, era una versión tecnológicamente más avanzada y más poderosa, de ahí su apodo, Superfortress, “Superfortaleza”. Para su tiempo, era un arma devastadora.
B-29 Superfortress en vuelo.
El principal avance del B-29 respecto a todos los demás bombarderos de su tiempo (ligeros o pesados) era que disponía de una cabina presurizada. Otros aviones similares se veían obligados a una de dos cosas: o bien no volar demasiado alto, de modo que no era necesario oxígeno, o equipar a la tripulación con máscaras de oxígeno. El problema en este caso es que la tripulación veía muy limitada su comodidad y movilidad, lo cual, en misiones largas (y estos bombarderos realizaban vuelos muy largos) era un problema.
Los once tripulantes de un B-29, por el contrario, disfrutaban de un interior totalmente presurizado. No sólo eso: tenía incluso literas para que los tripulantes pudieran dormir, o al menos descansar, en vuelos largos. Era algo así como un “bombardero con apartamento incluido”, gracias a la presurización y su enorme tamaño.
Interior del B-29. Fíjate en las literas.
Claro, hoy en día tenemos aviones mucho más grandes, pero piensa que estamos hablando de la era de la hélice. El Superfortress tenía una envergadura de cuarenta y tres metros…¡casi la mitad de la longitud de un campo de fútbol! Era un auténtico leviatán del aire, con una masa total cuando estaba cargado de 54 Tm, el doble que el Flying Fortress.
¿Cómo conseguía levantarse este monstruo? Con cuatro motores de 18 cilindros, _Wright R-1820-97 “Cyclone” _turbocargados, de 2.200 caballos cada uno. Eran motores muy potentes, pero dieron muchos problemas. Entre otras cosas, tendían a sobrecalentarse muy fácilmente, de modo que relativamente a menudo prendían fuego. Aunque el bombardero podía volar con dos motores, esto supuso un problema de fiabilidad enorme.
De hecho, los pilotos de la época estaban prácticamente obsesionados con conseguir velocidad (y, por lo tanto, flujo de aire) muy rápido tras el despegue. El aire enfriaba los motores lo suficiente para que no se sobrecalentaran (salvo que trataran de subir muy rápido, por ejemplo). La siguiente generación de motores para bombarderos de esta clase, los Pratt & Whitney R-4360 ‘Wasp Major’, fueron mucho más fiables. Por cierto, estos últimos serían los últimos motores de hélice utilizados en bombarderos: la era de los motores a reacción estaba muy cerca.
Sin embargo, este leviatán del aire era una auténtica superfortaleza. Como hemos dicho, tenía una tripulación de once hombres: un piloto, un copiloto, un ingeniero de vuelo, un navegante, un operador de radio, un operador de radar, un bombardero y cuatro artilleros, que disponían de la última tecnología de la época.
En efecto, hasta entonces las ametralladoras de los bombarderos eran puramente mecánicas: el artillero se ponía detrás y movía el cañón (al principio a músculo, luego con la ayuda de la hidráulica) y punto. La cuestión es que tenía que estar justo detrás del arma. Sin embargo, el B-29 disponía de un sistema de control remoto (eléctrico), de modo que, para empezar, un artillero podía fácilmente controlar más de una torreta y, además, no tenía por qué estar ni siquiera cerca de ella para disparar.
El Superfortress estaba, de hecho, erizado de ametralladoras: tenía doce M2 Browning de 12.7 mm (que se han seguido utilizando incluso hasta en la invasión de Iraq de hace un par de años), además de un cañón de cola de 20 mm, que se retiró poco después de que el bombardero entrase en servicio. Todas estas armas servían, naturalmente, para defender al B-29 de los cazas enemigos que tratasen de derribarlo antes de que soltase su carga de bombas…pero normalmente ni siquiera tenía que usarlas, pues tenía una mejor defensa: la altitud y la velocidad.
El B-29 podía llegar hasta unos doce kilómetros de altitud… y la mayor parte de los cazas de la época no podían llegar tan alto. De modo que lo único que podía detenerlo era, o bien cazas modernos de la época capaces de ascender a esa altitud, o armas antiaéreas pesadas de largo alcance que podían llegar tan alto. Pero es que además, a pesar de ser tan pesado, volaba muy rápido: podía alcanzar los 600 km/h, algo imposible para muchos cazas de la época (por supuesto, ni era muy maniobrable ni aceleraba muy rápido).
Por supuesto, en muchas ocasiones descendía a baja altitud, sobre todo cuando realizaba bombardeos de precisión - algunos de ellos tan horribles como los ataques incendiarios de Japón o las bombas atómicas de las que ya hemos hablado aquí.
Porque la panza del Superfortress podía albergar hasta nueve toneladas de bombas, además de dos bombas opcionales externas de diez toneladas cada una. En resumen, era una máquina de destrucción en toda regla.
Sin embargo, no vio mucha acción en la Segunda Guerra Mundial: no estuvo listo hasta 1944, y sus misiones fundamentales únicamente tuvieron lugar en Asia. Eso sí, se siguió usando después de la guerra, y tomó parte activa en la Guerra de Corea (de hecho, sigue habiendo un B-29 capaz de volar hoy en día, aunque naturalmente está retirado de servicio), aunque en pocos años pasó de ser un “bombardero pesado” a ser un “bombardero medio”. La “Superfortaleza” se quedaba pequeña comparada con los monstruos que llegarían pronto, especialmente el B-52 Stratofortress que sigue volando hoy en día.
Todos los grandes bombarderos después del B-29 tendrían dos cosas en común: alcance intercontinental (que el B-29 aún no tenía) y estar diseñados específicamente como bombarderos nucleares. El B-29 fue el último de los “bombarderos clásicos”, a pesar de ser, irónicamente, el único avión de la historia en soltar un artefacto nuclear sobre personas.
Pero dejemos los aspectos más deprimentes para centrarnos en algo curioso: a pesar de que estamos hablando de una aeronave de los años 40, puede que te hayas fijado en el nombre de sus motores, Wright R-1820-97 “Cyclone”. Sí, estaban construidos por Wright Aeronautical, la empresa creada por los hermanos Wright. Pero hablando de los hermanos Wright…