Por si no conoces Hablando de…, en esta larga serie de artículos recorremos diferentes aspectos de ciencia y tecnología de manera aparentemente aleatoria, haciendo especial énfasis en aspectos históricos y enlazando cada artículo con el siguiente. Tratamos, entre otras cosas, de poner de manifiesto cómo absolutamente todo está conectado de una manera u otra.
En las últimas entradas de la serie hemos hablado acerca de la “realidad cuántica”, puesta en cuestión por algunos físicos, que se enzarzaron en interesantes debates como las discusiones entre Einstein y Bohr, en las que tomaron parte otros genios como John von Neumann, cuyas ideas de máquinas auto-replicantes, junto con el concepto de una inteligencia artificial comparable a la humana de Turing, llevaron a las primeras predicciones de una “singularidad tecnológica”, que podría ser una explicación de la Paradoja de Fermi propuesta por el físico Enrico Fermi, que tuvo una importante participación en el Proyecto Manhattan, iniciado por el gobierno estadounidense como respuesta a una carta de Szilárd y Einstein en la que avisaban de la posibilidad de que los Nazis desarrollaran una bomba atómica, algo que nunca llegó a ocurrir posiblemente gracias a Werner Heisenberg, aunque el bando aliado sí utilizó armas atómicas en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, llevados a cabo por bombarderos B-29 Superfortress, cuyos motores estaban construidos por la empresa fundada por los famosos hermanos Wright, los primeros en hacer volar un aeroplano, máquinas que se convertirían en armas en la Primera Guerra Mundial, aunque no tan terroríficas como el gas mostaza, que en el mar se polimeriza y puede ser confundido con ámbar gris. Pero hablando del ámbar gris…
Es posible que no hayas oído hablar de esta mítica sustancia, que conocemos desde tiempo inmemorial: de vez en cuando aparecía en las playas una sustancia de color grisáceo y olor penetrante. La textura de este extraño material era dura pero cerosa, y su densidad menor que la del agua. De hecho, a menudo se encontraba flotando en el mar. Era, en algunos aspectos, similar al ámbar -otra sustancia misteriosa de la que no se conocía el origen-, pero debido a su color se denominó ámbar gris. Hoy sabemos que no tiene absolutamente nada que ver con el verdadero ámbar, por supuesto. Este artículo es relativamente corto, pero espero que te descubra cosas bastante curiosas que no conoce mucha gente.
Ámbar gris. Crédito: Wikipedia. Publicado bajo Creative Commons 2.0.
Casi desde su descubrimiento en los albores de la historia, el ámbar gris se convirtió en un artículo de lujo: por un lado, aparecía muy raramente, y era imposible predecir cuándo o dónde. Además, no se sabía su origen ni, por supuesto, como fabricarlo. Su textura era peculiar, pero lo que lo hacía muy especial era su olor: ha sido descrito como “marino, animal, dulce y denso, almizclado y terroso”. Si conoces el isopropanol (un tipo de alcohol), parece que huele parecido, pero más agradable. Además, el ámbar gris tenía una curiosa propiedad: si se mezclaba con sustancias olorosas, además de modificar el olor hacía que el olor durase mucho más tiempo, fijándolo y evitando que perdiera.
Desde muy pronto, naturalmente, se empleó como fijador de perfumes y como uno de sus ingredientes odoríferos. También se empleaba como especia, para dar sabor a los platos, puesto que su olor peculiar proporcionaba un sabor especial a la comida con la que se condimentaba. Se dice que el plato favorito de Carlos II de Inglaterra era huevos condimentados con ámbar gris, mientras que Isabel I lo utilizaba para perfumar sus guantes. Como puedes imaginar, sólo los muy ricos podían permitirse perfumes y comida “aderezados” con esta sustancia.
No es sorprendente tampoco que, desde muy pronto, se considerase que esta “mágica” sustancia, de origen y propiedades misteriosos, tenía propiedades especiales. Se utilizaba como medicina, como ingrediente alquímico, como afrodisíaco, y parece que durante la Peste Negra se pensaba que llevar encima una bola de ámbar gris podía protegerte contra la peste, probablemente porque se pensaba que el olor del aire podía transmitir la enfermedad. Durante el Renacimiento era común moldearlo, secarlo y decorarlo, para utilizarlo como parte de joyas.
Todo esto, naturalmente, hizo que la gente (y sobre todo los marineros) tratasen de descubrir su origen y cómo obtenerlo en grandes cantidades. Sólo se había encontrado flotando en el agua o en las playas, dejado allí por las olas, ¡pero tenía que venir de algún sitio! Había teorías de lo más variadas. De acuerdo con la Pharmacopoeia Londonensis de 1691, el ámbar gris
… es una tierra marina, encontrada en la costa, fundamentalmente en las Indias, donde se desprende de fuentes y cavernas del mar. Es gris, dulce y suave; al pincharlo con una aguja suda un tipo de grasa, se reblandece con el calor, y cuando está húmedo es negro […]
En otro texto, en este caso encontrado en un barco holandés en 1672, se dice que
… procede de las raíces de un árbol que, aunque crece en tierra, produce raíces que se dirigen al mar, buscando su calidez para producir un tipo de goma muy grasa […] que flota en el mar.
Otros afirmaban que el ámbar gris procedía de las ballenas, pues se había encontrado en el tubo digestivo de algún cachalote. Como puedes ver, no se sabía de dónde procedía para nada. Sin embargo, no se tardó mucho en comprobar que era muy común en los cachalotes: alrededor del 1% tenían ámbar gris en su tubo digestivo. En 1686 el Dr. Thomas Brown afirmaba que
… los descubridores de Groenlandia, y las pruebas de la experiencia, muestran que [los cachalotes] a veces se tragan grandes bloques [de ámbar gris] en el mar.
Sin embargo, algunos de los bloques de ámbar gris encontrados flotando en el mar tenían más pistas: trozos de “picos de loro” de calamares gigantes incrustados - una de las presas favoritas del cachalote. Hacia 1720 era generalmente aceptado que el ámbar gris era producido, de alguna manera, por estos leviatanes marinos.
De hecho, hoy sabemos que esto es cierto: el ámbar gris no es más que una sustancia producida en el intestino de los cachalotes como protección. El cachalote “envuelve” objetos que podrían dañar su tubo digestivo en una especie de pasta blanquecina y blanda, que luego expulsan al exterior. Esta sustancia, al principio, no se parece mucho al ámbar gris que conocemos: es muy blanda, tiene un olor claramente fecal, y es de un color muy claro. Sin embargo, poco a poco, debido a la fotodegradación por la luz solar, y la oxidación en el agua salada, se va endureciendo, oscureciendo y cambiando de olor, hasta que se convierte en la preciosa sustancia que Carlos II utilizaba para condimentar sus platos. ¡Si hubiera sabido que era, básicamente, vómito de ballena!
En cualquier caso, el ámbar gris sigue siendo una sustancia extraordinariamente valiosa en la industria de la perfumería, donde se usa como fijador de olores (además de proporcionar su peculiar olor almizclado a los perfumes). Aunque parezca mentira, aún no hemos conseguido producir un sustituto artificial de este extraño material. La empresa Henkel fabrica un sintético, denominado ambrox, que se usa como sustituto, pero no tiene todas las propiedades del ámbar gris - que sigue valiendo unos 1.000 euros por kilo, o incluso más, dependiendo de la pureza y calidad. Esta sustancia contiene más de cien compuestos volátiles que le dan su peculiar olor, el cual, al parecer, dura siglos sin perder intensidad.
Lamentablemente, el ámbar gris fue una de tantas razones para cazar cachalotes durante siglos. Aunque muchas veces no se encontraba en el interior del animal, el cachalote era valioso por otras muchas partes de su cuerpo, de modo que siempre se obtenía un beneficio. De hecho, en los Estados Unidos estuvo prohibido vender ámbar gris (independientemente de su origen) durante unos treinta años. Hoy en día el ámbar gris no se considera un producto de la industria ballenera (pues la mayor parte se sigue obteniendo del mar o las playas), y está permitido venderlo en casi todo el mundo.
Por supuesto, hoy se utiliza para fines prácticos y ya no se piensa en él como “amuleto” contra infecciones o plagas, como ocurrió durante la Peste Negra. Pero hablando de la Peste Negra…